El marido muere. La esposa contrata todo lo necesario para el entierro.
El día que llevan en procesión el muerto en el ataúd cerrado al cementerio, se oyen unos golpes
en la madera.
La comitiva se para, los golpes vuelven a sonar. La viuda manda abrir el ataúd, el marido dice:
“estoy vivo, no hay que enterrarme”.
Todos miran a la viuda; ésta toma un papel y se lo muestra al difunto-vivo,” Oye tú, tengo
certificado del médico de que estás muerto, así que al hoyo”.