Un hombre vivía con su hijo en una casita, tenía un caballo para trabajar la tierra.
Un día el caballo se escapó, el vecino vino corriendo a decirle al hombre:
“Tu caballo se ha escapado, ¡qué mala suerte!”
El hombre dijo: “¿Mala suerte o buena suerte? Quién sabe.”
Al cabo de unos meses el caballo volvió y trajo con él un grupito de yeguas y potros.
El vecino vino corriendo, y le dijo al hombre: “¡Qué buena suerte! Tu caballo ha vuelto ¡y con
una yeguada!”
El hombre respondió: “¿Buena suerte o mala suerte? Quién sabe.”
Un día su hijo quiso domar uno de los potros salvajes que había traído su caballo, se cayó y se
rompió una pierna.
De nuevo el vecino vino corriendo a decirle al hombre: “Qué mala suerte, ¡tu hijo se ha roto
una pierna!”
El hombre sólo contesto: “¿Buena suerte o mala suerte? Quién sabe.”
Unos días más tarde el país entro en guerra y se reclutó a todos los jóvenes.
El vecino vino llorando y le dijo al hombre: “¡Qué buena suerte!, como tu hijo tiene la pierna
rota se ha librado de ir a la guerra, ¡al mío lo han reclutado!”
El hombre sólo dijo: “¿Buena suerte o mala suerte? Quién sabe.”