En cierta ocasión detuvieron a un delincuente muy peligroso y fue condenado a muerte.
El pidió ver a su madre por última vez.
Al personal de la cárcel le sorprendió y agradó que tuviera sentimientos filiales hacia su madre.
Cuando la madre llego a ver a su hijo con lágrimas en los ojos, el hijo se abalanzó sobre ella y le
mordió una oreja, arrancándole un trozo.
Los guardias le separaron.
La madre estaba asustada, los guardias pensaron que se había vuelto loco.
El criminal sólo dijo: “¡por tu culpa estoy aquí condenado a muerte!”