El niño le pregunta al sacerdote quién es Dios, dónde está…
El sacerdote le contesta: «Ya te lo explicaré. «
Pasan los días y el niño sigue preguntando sobre Dios sin que el sacerdote haya encontrado
una manera de explicárselo.
Llega el verano y el niño y el sacerdote se encuentran en la playa. El sacerdote ve aquí una
oportunidad de explicar al niño qué Dios.
El sacerdote se acerca y le pregunta:
- ¿Sabes nadar?
- No – responde el niño.
- Ven. Yo te enseño. Lo primero: para aprender a nadar hay que ir donde no se hace pie.
El niño tiene un poco de miedo, pero el sacerdote le tranquiliza diciéndole que él sí hace pie,
así que puede estar tranquilo. - Lo segundo es meter la cabeza bajo el agua.
El niño toma aire y obedece. Cuando no le queda aire, intenta sacar la cabeza, pero en ese
momento, el sacerdote pone sus manos encima impidiéndole que tome aire.
El niño traga un poco de agua, pero finalmente el sacerdote le deja sacar la cabeza y respirar. - ¡Dios mío, Dios mío! ¡Creí que me ahogaba! – exclamó el niño.
- ¿Qué has dicho? – preguntó el sacerdote -. Ya sabes, cuando lo necesitas, Dios está.