Un joven noble cazaba próximo a la orilla de un río con un amigo, cuando se encontraron con
un anciano que llevaba lazos de dos colores (rojos y verdes) en dos cestos.
Los jóvenes le preguntaron quién es y qué hacía.
El viejo les contesta: “Soy el viejo de la Luna y concierto matrimonios, los lazos rojos
representan a los chicos y los verdes a las chicas, los lazos que anudo son un matrimonio. Hay
lazos que no llegan a atarse y otros que se atan varias veces”.
El joven muy interesado le pide conocer a su futura esposa. El hombre accede y deciden
encontrarse allí mismo en la próxima luna llena para que el chico conozca a su esposa.
En el día señalado los dos amigos van a la orilla del río donde está el viejo atando más lazos. El
hombre les saluda y le dice al joven: “mira hacía allá, esa bebé en brazos de la anciana es tu
futura esposa”.
El joven mira a la bebita y piensa: “¿casarme yo con esa pobretona?” y sacando su espada le
hace una marca en la sien a la niña que se echa a llorar desconsolada.
Años después, el joven es nombrado gobernador de una región y la rige muy bien. El pueblo
está triste porque no se ha casado todavía y quiere que se case (para los chinos el matrimonio
es muy importante, da estabilidad).
Él piensa que no es mala idea, y la casamentera (en China la figura de la casamentera era
fundamental para concertar un matrimonio) le propone que se case con la hija de su primer
ministro, una joven inteligente, culta, discreta y bella.
Para no comprometerse en matrimonio sin conocerla, el gobernador organiza una comida a la
que invita a todos sus ministros y sus familias, así puede observar a la joven sin llamar la
atención y sin comprometerse (por si no le gustara).
A él le agrada la chica, efectivamente comprueba que es discreta e inteligente, y ve que tiene
una cicatriz en la sien.
Se acerca al padre de la chica curioso por saber el origen de dicha marca, el padre le cuenta
que cuando la niña era una bebita, una criada ciega y anciana que quería mucho a la niña les
pidió que se la dejaran cuidar durante el verano en su aldea. Que paseando por la orilla del río
dos jóvenes gamberros hirieron a la niña. La criada no sabía que pasaba porque no podía ver.
Ni que decir tiene que el gobernador se casó la joven.