LA MONJA TESTARUDA

Una novicia medita sobre la muerte delante de una calavera.
Un día pide confesarse y le comunica al padre confesor que está preocupada por si la calavera
es de hombre, porque ella duerme y se desviste en la celda. Que si la calavera es de hombre, la
ve y eso no está bien. Qué ella necesita saber si la calavera es de hombre o de mujer.
El cura le contesta: “Eso no es importante, hija. Al fin y al cabo, es una calavera, está ya muerto
o muerta, no te ve.”
La novicia se va a su celda, aparentemente más tranquila, pero a la semana vuelve a
confesarse con el mismo cuento, que si no está cómoda pensando que es la calavera de un
hombre, que ella necesita saber. Qué si él no podría ayudarla.
El confesor, le dice que no se preocupe, que los muertos no tienen sexo, que son sólo huesos.
La novicia, se vuelve a su celda, a meditar.
A la semana vuelve a confesarse y le vuelve a comunicar sus preocupaciones al cura.
El cura le dice: “Ya sé cómo vamos a saber si la calavera es de hombre o mujer. ¿Está dispuesta
a probarlo?”
Sí, contesta la monja.
El cura le dice: “Corre sin pararte a tu cuarto. Vamos, deprisa. Ahora coge la calavera con tus
manos. Estréllala contra el suelo. Si se rompe es de hombre; si no se rompe es de mujer y
además monja”.