Una viuda vivía con su hijo en una cabaña. Cuando el niño hacía una travesura su madre le
daba una torta.
El niño era travieso y recibió muchas tortas, tanto de pequeño, como de adolescente e incluso
de joven.
Siendo ya un joven, hizo algo que a su madre no le pareció bien, y ella le dio una torta.
Entonces el joven se echó a llorar.
La madre le preguntó intrigada: “Te he pegado muchas tortas. Ni de niño has llorado, ¿cómo es
que ahora siendo todo un hombre lloras?”
El hijo contestó: “Lloro porque tu mano ya no pega tan fuerte.”